Entre las dos grandes guerras carlistas del siglo XIX el carlismo atravesó una larga etapa de transición. Tres son los elementos que caracterizan esta fase. En primer lugar, la presencia de un nuevo pretendiente, Carlos VI, conde de Montemolín, que dio continuidad a la dinastía. El segundo fue el estallido de una guerra civil localizada en territorio catalán, la Guerra dels Matiners, que asentó la dimensión militar del carlismo. Y, en tercer lugar, los problemas sucesorios de los años 60, que fueron superados en el contexto de la Revolución del 68 con la candidatura de Carlos VII al trono de España.